Hace tiempo
que no escribo un artículo de crítica, pero me he visto forzado a
partir de una conversación de Facebook que leí donde dos personas
discutían sobre un videojuego. El debate era tomado muy en serio, de
un modo como nadie sería capaz de hacerlo sobre política en la
televisión.
No es raro
encontrar muros de textos en blogs y foros que defienden una película
o los propios gustos como si la vida dependiera de ello, con veces de
tal nivel de énfasis que asusta.
Me ha
parecido exagerado el asunto porque, al destriparse la naturaleza de
la conversación, se comprueba lo banal y estúpido que es gastar
tantas energías y tiempo sobre el trasfondo de un producto que está
ahí para entretener y/o consumir. Con sinceridad, estas cosas hacen
que me canse de ser lo que llaman “friki”, apelativo que nadie
escoge pero que en teoría se enarbola con orgullo.
¿De verdad
tanto merecen nuestros favoritos? Comprendo la identidad propia y el
sentirse orgulloso por lo que se es, pero es que ni en la antigua
Grecia con los primeros filósofos había tal cantidad y uso de
razonamientos y defensas como tenemos ahora con en la Red. Aunque
ellos al menos discutían por asuntos que definieron al mundo
occidental, todo lo contrario que creo pueda conseguir Breaking Bad.
El primer
encuentro con lo propio del gremio fue en el primer Salón del Manga
de Barcelona al que acudí. Se presentaba la película de Card Captor
Sakura y había una euforia un poco intensa. La proyección era en la
planta de arriba, y a lo lejos se podían ver las escaleras tan
abarrotadas que hubo temor que por el peso cedieran y ocurriera una
desgracia muy seria de la que nadie parecía ser consciente salvo la
organización. La megafonía pidió que por favor se alejaran para
crear una cola ordenada, que “la dichosa Sakurita” podía
esperar. Ahí es cuando percibes un tono de algo anegado que rodea a
la tribu urbana.
En ese mismo
Salón habían varios carteles defendiendo “El Manga no es
peligroso, la ignorancia sí”, en defensa de las duras críticas
que el mercado sufría hasta que pudo hacerse el hueco que tiene hoy
día, bastante sobrecargado de productos. No puedo evitar plantearme
qué sucedería si se usara esa motivación de defender lo que se
gusta en cosas más productivas o necesarias, importantes de verdad
más allá de la pronunciación correcta del personaje adorable de
turno.
El siguiente
punto es la bien conocida pasión de los fans por los autores. La
mayoría de creadores se dejan llevar o disimulan mientras puedan
conseguir un mínimo que comer, pero otros autores no se callan.
George R. Martin es conocido por soltar indirectas a sus propios
lectores (quizás más a los espectadores de la serie), alegando que
le cansa que le acusen de mata-personajes sin fundamento, como si eso
afectara a su vida, cuando él es el autor y hace lo que le viene en
gana, que para eso lo que venden son sus ideas, estilo y experiencia.
Me pongo en
su lugar y debe de ser muy enervante leer en cada esquina de Internet
acusaciones e insultos porque sí, sólo porque el fan medio no está
satisfecho con algún aspecto en concreto. Primero que el autor no
trabaja al servicio directo con el consumidor de sus historias, y
segundo que es un ser humano como todos los que pisan el mundo, y
también tiene sus necesidades más allá de estar horas y horas
trabajando en algo que, en un principio, ilusiona para que luego te
aplasten como si todo esfuerzo y cariño invertido no sirvieran de
nada. Las críticas son bienvenidas puesto que ayudan a mejorar, pero
la típica conducta negativa del mundillo ante todo lo reseñable es
abundante y puede acabar con la paciencia de hasta el mejor autor.
En mi
opinión, este comportamiento general hacia un creador es más una
conducta tópica, un dejarse llevar más que un sentimiento real y
sincero; incluso puede que para llamar la atención y/o sentirse
integrado frente a otros críticos de la obra, sin pensar o sentir lo
que se está diciendo en verdad. Si aprecias a alguien, se lo dices,
le das los motivos y, siempre con educación de ser humano, le dices
qué puntos no te han gustado. Como no hay tiempo para que cada uno
le diga lo que piensa a un autor en persona (es increíble, pero
también tienen tiempo que invertir), se lo dejas en su página web
que, se crea o no, también tienen Internet y saben leer. Además,
las editoriales y productoras ven el potencial de la red de redes y
lo aprovechan. Hay autores que encantados, y otros ya contratan al
becario de turno. Pero lo que tiene que quedar claro es que no han
nacido para nadie salvo para ellos mismos, y si el gordo quiere matar
a Tyrion, bien que hará porque así sentirá que debe de ser.
Por otro
lado recuerdo que Matt Groening también soltó su indirecta en un
episodio de Los Simpson, donde con un tono de ironía aseguraba que
habrían autógrafos para todos, además que quien quisiera podía
tocarle la barba, la cual se dice que da suerte.
Otro punto
que me hace ver que la invasión friki se desató y ya no tiene
retorno es cuando uno va al cine a ver una película de animación.
Hoy día en la sala hay más adultos que niños. No sé si me
equivocaré, pero siento como si este mundillo no permitiera hacer
crecer a la persona. Está bien mantener al niño interior vivo, pero
que se involucre con tu vida diaria es el problema, y siento que es
así por la conducta que he llegado a ver.
Muchos hacen
de su afición su modo de vida hasta el último segundo, imitando
comportamientos de dibujo animado japonés o pronunciando expresiones
que ni un Treakie hardcore o Sheldon sabrían decirte. En los
colegios son los marginados, y ya no sé si es por la ineptitud
social que suele suceder al criarse con demasiados cómics o porque
en el fondo les da igual al creerse que van a ser como el héroe que
al final todo el mundo da la razón. Cuando se tiene quince años no
es raro pensar éso, el problema es cuando lo veo en gente que ya
roza los treinta.
No exagero
si digo que el mayor número de “bichos raros” y anti-sociales
los he encontrado en estos lares. Siempre hay uno en la tienda de
turno, un grupillo o el típico que se acopla en los eventos y
aglomeraciones. Todos conocemos alguno/s. Puedo dar ejemplos rápidos
de un tipo haciendo el cuervo más de media hora a pleno sol de una
calle o de otro que hablaba solo mientras dibujaba formas en el aire.
Pero es mejor que miréis Youtube, que está plagado; empezando por
los de Yu-Gi-Oh! hasta terminar en los de My Little Pony.
Por otro
lado, a los eventos se va a consumir y decir tonterías de la
moda/meme de turno, lugares para promocionar y gastar dinero en más
merchandising por acumular en el cuarto sin un objetivo claro,
arrepintiéndose una vez se llega a casa cuando la cabeza comienza a
entrar en frío.
Reconozco
tener vergüenza ajena las veces que vuelvo al evento de turno. No me
identifico (ni lo deseo) con la tribu que rinde culto a mundos
creativos. Mi forma de rezar se basa en saber ver el esfuerzo y fondo
que quiso expresar su creador en la obra por la que me esté dando en
ese momento. No hay cosa que llene más a un autor (aparte del
aspecto financiero, por supuesto).
¿Qué
necesidad de tener todo producto de una obra de ficción? ¿De verdad
va a gustarte menos un personaje si no tienes su muñeco? Un problema
real puede surgir de la enorme cantidad de dinero invertido a la
larga en cosas que poco cultivan, o que sirvan en lo general, a una
persona. Los gastos son a veces más exagerados de lo que parecen
(que el friki medio haga la prueba y sume el precio de todo lo que
posee), y cuesta vivir en una sociedad donde con poco se plantean
cualquier rasgo. Uno puede tener la casa llena de libros y discos de
música que nadie señalará, sin embargo es tener videojuegos y
muñecos que ya serás la comidilla de las conversaciones de cuando
llegues tarde. Es injusto, pero uno se cansa y en algunos puntos da
la razón al supuesto enemigo (otaku medio, ¿has pensado que las
críticas de tus padres en realidad lo que desean es ayudar?).
Surge el
tema de la nueva generación friki de padres. Se llevarán la
sorpresa cuando su hijo muestre odiar los gustos raros de sus padres,
que es lo que suele suceder, puesto que un hijo existe para
contradecir a sus creadores, lo lleva en la naturaleza. Si consigue
asimilarlo, lo verá como una curiosidad y lo comentará por ahí,
pero para nada será el friki de sus sueños, porque encima éste
mundo no para de renovarse y sólo las obras más clásicas se
mantienen vivas. Es una leyenda urbana lo del chiquillo llamado
“Naruto García”, pero de ser verdad pienso que los padres han
actuado bastante mal. Creo que ese es uno de los puntos más
negativos de ser fan, la insistencia egoísta de convertir el
alrededor en lo que nos gusta, imitar una especie de trauma
psicológico cuando en realidad no se tiene.
Tampoco
penséis que de una cosa se va a otra, a ganar y mejorar como persona
porque después de todo esto es cultura. Sí, es cultura y arte, pero
la cosa se queda ahí, porque es un ciclo de “Obra, consumir,
siguiente. Obra nueva, consumir, siguiente...
Recuerdo en
un festival de música el tópico “todos los heavys tienen
cultura”. Ahora que soy más adulto puedo asegurar que no es así,
que siempre depende de la persona y no a pertenecer a una
organización social. Consciente de invertir el dicho, para mí hay
mucho borrego disfrazado de un lobo lleno de retales.
En fin, por
mi parte seguiré leyendo cómics, perdiendo el tiempo con
videojuegos o viendo la serie de moda, ya sea anime o en imagen real.
Pero de ningún modo me haré llamar a mí mismo friki mientras siga
sintiendo rabia y pena por quienes defienden en serio una
conversación donde se discute si es más fuerte Goku o Superman; o
el debate del que hablo al principio, formal dentro de su propio
género, pero un absurdo desde un punto de vista más sensato.