lunes, 13 de mayo de 2013

Las dos caras de Davinci; o como derrotar a la mentira



Se dice que Davinci era muy sensible, demasiado, hasta llegar al punto de decir él mismo "Siempre hay sufrimiento, siempre". Puede que ese interior constante es lo que le permitiera su expresión para el arte tan especial y memorable. Aparte de sensibilidad, tenía un cerebro bien esponjoso y desarrollado, lo que le permitiría ir de un campo a otro y traerse ideas para mezclar y combinar donde, en teoría, no debería haber cabida.

Uno de sus rasgos más característicos era su ambidiextrismo, desarrollado por él en su afán de superarse y ver de lo que era capaz un ser humano. Esto le vendría muy bien a la hora de trabajar, pudiendo incluso a veces hacer dos tareas complejas a la vez ¿por qué no? Para Davinci escribir en modo espejo le era relativamente fácil, lo que significa que pensar tanto al derecho como al revés le era algo natural, no siendo inviable que sus dos mitades del cerebro funcionasen muy bien por separado. Esto me hizo pensar automáticamente en La Mona Lisa, conocida "por sus dos lados" por esa sonrisa casi torcida que fascina por lo real que parece aún percatándonos de la "deformidad".

Para comprender mejor, repasemos una rápida teoría sobre nuestras mentes. Es sabido que el lado izquierdo del cerebro se encarga de la lógica, los números, la estructuras, etc... mientras que el derecho es más caótico con su creatividad, emoción o dibujos e imágenes, complementándose con la otra mitad por pura contradicción, en un juego de a veces llevarse mal y que explica porque hay gente que es más emocional o fría o por qué a uno se le da mejor los números que la música, por poner algo de cientos de ejemplos.
El cuerpo está dividido en dos, y cada hemisferio controla la parte inversa, correspondiendo por esa regla de tres la mano izquierda al lado creativo y la derecha al más lógico. Es irónico que se dibuje con la derecha, pero es que normalmente hay una parte dominante y suele ser la del lado izquierdo del cerebro.

Llegamos con esto al punto de que el señor Davinci no tenía parte dominante, si no que las dos mandaban por igual, siendo viable que a la hora de dibujar usara las dos manos a la vez para crear un dibujo en un plan modo espejo, empezando por un punto en común y dejando que cada mano imitara a la vez a su otra para dar las formas. Está claro que esto no se puede aplicar siempre a todo dibujo, o al menos hay que tener un control partido en dos en todo momento, pero si que debería ser bastante sencillo con algo muy común: las caras.
Las caras humanas se pueden dividir en dos gracias a la simetría casi constante en la naturaleza (todo apunta a por como están hechos los cerebros), así que realizar un retrato para un ambidextro que usa sus dos manos a la vez no debería ser difícil. Claro está, es imposible hacerlo idéntico por esa misma razón de que cada hemisferio piensa de una forma, notándose en el resultado final aunque sea levemente.
Volvamos a La Mona Lisa, ¿no es quizás que Leonardo hizo esta pintura del modo explicado? Si tapamos uno de los lados del cuadro vemos que es un mundo diferente respecto al otro lado hasta en el paisaje. Cada mano fue libre o imitándose la una a la otra en inversa, resultando el experimento en dicho paisaje o esa sonrisa tan natural pero imposible; pero no imposible de que exista, si no porque ambos hemisferios chocan al encontrar sus dos mundos fusionados en uno, tan diferentes ellos pero que convergen en más de una ocasión.
Esto se puede definir más fácilmente si probamos a completar la mitad de un dibujo simétrico, viendo que es casi imposible hacerlo idéntico. Era normal que quedase así el famoso lienzo el día que le dio por usar todo su cerebro a la vez.

Por ello me salen dudas: ¿Nos desarrolla más, en general, aprender a ser ambidiestros? ¿A la hora de dibujar deberíamos entrenar más con la mano no dominante? Todo es probar para saber.



Por otro lado, esta cavilación me llevó a otra conclusión muy distinta que sólo tiene en común al personaje que tratamos. Bueno, y en parte a su sensibilidad extrema de la que siempre sufría: el enfrentamiento a la mentira.

La mentira es algo constante hasta en las cosas más bellas. Un cuadro perfecto en colores y armonía es después de todo una mentira, es algo ficticio plasmado en unas formas. El arte nos libera a las personas y nos ayuda a mejorar... pero sigue siendo mentira, algo creado por nuestra mente para expresarse y que por mucho que hagamos no existe; pudiendo llegar al punto común y frecuente de olvidar este detalle y creernos lo que vemos.
La mentira es tan habitual en nuestra sociedad que ya la asimilamos con naturalidad escalofriante, sabiendo de sobra cuando le pasa algo a una persona y esta miente constantemente con su cara. Pero este caso no debería ser tan malo, malo es cuando se nota que hay cierto sentimiento negativo y se oculta, sobretodo cuando va para otras personas. Sabemos más de una vez de esas emociones malignas, pero estamos tan acostumbrados a esas caras falsas, a esas máscaras auto-diseñadas, que ya ni le damos importancia; ni siquiera a la nuestras. Hasta en lo más simple solemos mentir, y todo por sentirnos a gusto o auto-convencernos de un punto de vista que defina nuestra vida.

Davinci odiaría esas caras, estaría harto de la hipocresía siempre reinante entre seres humanos, en ver como se destapaban los intereses de las personas para producir un mal evitable que sólo causa problemas, algo bastante común si tuvo que relacionarse con la nobleza. Pero Leonardo era especial, así que la mayoría de gente le mentiría en el sentido de admiración, de estar siempre maravillado con él, habiendo siempre esos pocos que ocultan permanentemente su envidia y su oportunismo de sacar beneficio, fuera el que fuera.

Fue que lo descubrió o intuyó, el modo de matar a la mentira y ver la verdadera cara de las personas, dar un sentimiento que los destapara a todos y sin excepción: el arte. Con ello era capaz de maravillar a las personas y de que se olvidaran incluso de su conducta aunque fuese por un momento, no volviendo algunos a ser los mismos después de la experiencia aprendida. Pudo realizar esta proeza con el sencillo sistema de usar el fuego contra fuego, siendo en este caso la propia mentira. Si tenía que derrotar a la mentira, usaría la mentira que supone el arte, donde seguro el maestro llenaría su interior, y notaría que había merecido la pena, al ver como esas personas sin escrúpulos abrían los ojos de par en par maravillados por lo que presenciaban, mostrando su verdadera cara libre de toda mentira posible; como si la mentira creada les hubiese absorbido la suya por unos instantes.


Esto es uno de los puntos que hace tan especial el poder crear y expresar, siendo una pena que cuando colgamos nuestras obras por Internet no podamos ver las caras de los presentes y poder evaluar así la verdadera reacción y esencia de ellos, de las personas. Poder disfrutar por un momento del olvido de la mentira al dejarnos de juegos impuestos por sociedad y ser (y seguir siendo) humanos que disfrutan, o envidian, el arte mutuo.

Davinci, tantos años después y aún da que pensar y reflexionar. Aunque sea mentira lo que se deduzca de él, no se puede negar que sigue enseñando y mejorándonos con su mero recuerdo.

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