Se dice que Davinci era muy sensible, demasiado, hasta llegar al punto de decir él mismo "Siempre hay sufrimiento, siempre". Puede que ese interior constante es lo que le permitiera su expresión para el arte tan especial y memorable. Aparte de sensibilidad, tenía un cerebro bien esponjoso y desarrollado, lo que le permitiría ir de un campo a otro y traerse ideas para mezclar y combinar donde, en teoría, no debería haber cabida.
Uno de sus
rasgos más característicos era su ambidiextrismo, desarrollado por
él en su afán de superarse y ver de lo que era capaz un ser humano.
Esto le vendría muy bien a la hora de trabajar, pudiendo incluso a
veces hacer dos tareas complejas a la vez ¿por qué no? Para Davinci
escribir en modo espejo le era relativamente fácil, lo que significa
que pensar tanto al derecho como al revés le era algo natural, no
siendo inviable que sus dos mitades del cerebro funcionasen muy bien
por separado. Esto me hizo pensar automáticamente en La Mona Lisa,
conocida "por sus dos lados" por esa sonrisa casi torcida
que fascina por lo real que parece aún percatándonos de la
"deformidad".
Para
comprender mejor, repasemos una rápida teoría sobre nuestras
mentes. Es sabido que el lado izquierdo del cerebro se encarga de la
lógica, los números, la estructuras, etc... mientras que el derecho
es más caótico con su creatividad, emoción o dibujos e imágenes,
complementándose con la otra mitad por pura contradicción, en un
juego de a veces llevarse mal y que explica porque hay gente que es
más emocional o fría o por qué a uno se le da mejor los números
que la música, por poner algo de cientos de ejemplos.
El cuerpo
está dividido en dos, y cada hemisferio controla la parte inversa,
correspondiendo por esa regla de tres la mano izquierda al lado
creativo y la derecha al más lógico. Es irónico que se dibuje con
la derecha, pero es que normalmente hay una parte dominante y suele
ser la del lado izquierdo del cerebro.
Llegamos con
esto al punto de que el señor Davinci no tenía parte dominante, si
no que las dos mandaban por igual, siendo viable que a la hora de
dibujar usara las dos manos a la vez para crear un dibujo en un plan
modo espejo, empezando por un punto en común y dejando que cada mano
imitara a la vez a su otra para dar las formas. Está claro que esto
no se puede aplicar siempre a todo dibujo, o al menos hay que tener
un control partido en dos en todo momento, pero si que debería ser
bastante sencillo con algo muy común: las caras.
Las caras
humanas se pueden dividir en dos gracias a la simetría casi
constante en la naturaleza (todo apunta a por como están hechos los
cerebros), así que realizar un retrato para un ambidextro que usa
sus dos manos a la vez no debería ser difícil. Claro está, es
imposible hacerlo idéntico por esa misma razón de que cada
hemisferio piensa de una forma, notándose en el resultado final
aunque sea levemente.
Volvamos a
La Mona Lisa, ¿no es quizás que Leonardo hizo esta pintura del modo
explicado? Si tapamos uno de los lados del cuadro vemos que es un
mundo diferente respecto al otro lado hasta en el paisaje. Cada mano
fue libre o imitándose la una a la otra en inversa, resultando el
experimento en dicho paisaje o esa sonrisa tan natural pero
imposible; pero no imposible de que exista, si no porque ambos
hemisferios chocan al encontrar sus dos mundos fusionados en uno, tan
diferentes ellos pero que convergen en más de una ocasión.
Esto se
puede definir más fácilmente si probamos a completar la mitad de un
dibujo simétrico, viendo que es casi imposible hacerlo idéntico.
Era normal que quedase así el famoso lienzo el día que le dio por
usar todo su cerebro a la vez.
Por ello me
salen dudas: ¿Nos desarrolla más, en general, aprender a ser
ambidiestros? ¿A la hora de dibujar deberíamos entrenar más con la
mano no dominante? Todo es probar para saber.
Por otro
lado, esta cavilación me llevó a otra conclusión muy distinta que
sólo tiene en común al personaje que tratamos. Bueno, y en parte a
su sensibilidad extrema de la que siempre sufría: el enfrentamiento
a la mentira.
La mentira
es algo constante hasta en las cosas más bellas. Un cuadro perfecto
en colores y armonía es después de todo una mentira, es algo
ficticio plasmado en unas formas. El arte nos libera a las personas y
nos ayuda a mejorar... pero sigue siendo mentira, algo creado por
nuestra mente para expresarse y que por mucho que hagamos no existe;
pudiendo llegar al punto común y frecuente de olvidar este detalle y
creernos lo que vemos.
La mentira
es tan habitual en nuestra sociedad que ya la asimilamos con
naturalidad escalofriante, sabiendo de sobra cuando le pasa algo a
una persona y esta miente constantemente con su cara. Pero este caso
no debería ser tan malo, malo es cuando se nota que hay cierto
sentimiento negativo y se oculta, sobretodo cuando va para otras
personas. Sabemos más de una vez de esas emociones malignas, pero
estamos tan acostumbrados a esas caras falsas, a esas máscaras
auto-diseñadas, que ya ni le damos importancia; ni siquiera a la
nuestras. Hasta en lo más simple solemos mentir, y todo por
sentirnos a gusto o auto-convencernos de un punto de vista que defina
nuestra vida.
Davinci
odiaría esas caras, estaría harto de la hipocresía siempre
reinante entre seres humanos, en ver como se destapaban los intereses
de las personas para producir un mal evitable que sólo causa
problemas, algo bastante común si tuvo que relacionarse con la
nobleza. Pero Leonardo era especial, así que la mayoría de gente le
mentiría en el sentido de admiración, de estar siempre maravillado
con él, habiendo siempre esos pocos que ocultan permanentemente su
envidia y su oportunismo de sacar beneficio, fuera el que fuera.
Fue que lo
descubrió o intuyó, el modo de matar a la mentira y ver la
verdadera cara de las personas, dar un sentimiento que los destapara
a todos y sin excepción: el arte. Con ello era capaz de maravillar a
las personas y de que se olvidaran incluso de su conducta aunque
fuese por un momento, no volviendo algunos a ser los mismos después
de la experiencia aprendida. Pudo realizar esta proeza con el
sencillo sistema de usar el fuego contra fuego, siendo en este caso
la propia mentira. Si tenía que derrotar a la mentira, usaría la
mentira que supone el arte, donde seguro el maestro llenaría su
interior, y notaría que había merecido la pena, al ver como esas
personas sin escrúpulos abrían los ojos de par en par maravillados
por lo que presenciaban, mostrando su verdadera cara libre de toda
mentira posible; como si la mentira creada les hubiese absorbido la
suya por unos instantes.
Esto es uno
de los puntos que hace tan especial el poder crear y expresar, siendo
una pena que cuando colgamos nuestras obras por Internet no podamos
ver las caras de los presentes y poder evaluar así la verdadera
reacción y esencia de ellos, de las personas. Poder disfrutar por un
momento del olvido de la mentira al dejarnos de juegos impuestos por
sociedad y ser (y seguir siendo) humanos que disfrutan, o envidian,
el arte mutuo.
Davinci,
tantos años después y aún da que pensar y reflexionar. Aunque sea
mentira lo que se deduzca de él, no se puede negar que sigue
enseñando y mejorándonos con su mero recuerdo.
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