jueves, 23 de mayo de 2013

Reflexión sobre Breaking Bad



Esta reflexión no contiene spoilers relevantes, pero sí tiene datos que si se desconocen imposibilitan una total comprensión y disfrute del texto.


Breaking Bad es una de las mejores series del momento, un dato que no se puede negar incluso si no se ha visto la serie, pues es señalada de esta forma en cualquier lugar relacionado. ¿Cuál es el motivo de su éxito? Todo. Que si las actuaciones, lo bien construido de cada personaje, la evolución que va tomando, su premisa inicial, su naturalidad y credibilidad... tantos aspectos, que es imposible apreciar en un primer visionado.

Uno de los puntos que más me gustan es el concepto de Walter, tan bien definido que no sería sorprendente saber que su creador se basó en sí mismo o alguien muy cercano, pues Walter representa los sueños frustrados, las decisiones mal tomadas por puro orgullo que al final definen toda una vida. Se martiriza con ello, primero activamente y luego de forma interior hasta llegar a los 50, ya sedado por el conformismo y el saber apreciar lo que tiene, sobretodo por su familia. Después de todo no está tan mal para lo que puede aspirar un hombre medio. Es entonces que llega lo que inicia todo: la enfermedad, asunto que pone las pilas a Walter para lograr decenas de episodios con una variedad para todos los gusto y niveles.
En un primer momento puede venir a la mente la idea o tópico de que el personaje "abre los ojos", "quiere aprovechar el tiempo perdido" o que "ya no le queda nada que perder", pero conforme pasan los episodios vemos que es más por demostrar algo, que el mundo le debe algo cuando en realidad es él el único culpable de como ha sido su vida. Con todo lo mencionado, el espectador puede sentirse identificado, asunto bien pensado para lograr vivir en primera persona una historia tan compleja que hasta involucra todo tipo de temas dispares (incluso la economía, metida de forma tan sutil que ni aburre).

Aunque quiero tratar sobre otro punto a identificar mucho más imperceptible, más inconsciente y difícil de trabajar: Walter se está vengando, en realidad todo esto no tiene nada que ver con sus errores o por el amor a sus cercanos; está jugando al mismo juego del mundo, ese del que se había mantenido al margen aun siendo consciente y espectador constante.
Descubrimos que Walter es alguien con talento que si no había participado aún en la vida era porque sencillamente no quería, pudiendo ser hasta posible que esa decisión tan importante que definió y "mediocrizó" su vida fuese más bien una decisión bien pensada y decidida (aunque fuese de forma inconsciente), y todo por no participar en las reglas de la vida real. Es llegar la enfermedad que se siente frustrado por lo inesperado, viéndose mortal ante los acontecimientos imparables del "mero hecho" de existir.

Walter en ningún momento de la historia deja de ser él mismo, es el personaje que crea e interpreta a partir de entonces su verdadera cara, una excusa para no sentirse mal por ser de una vez él mismo, una máscara que ocasiona la venganza contra ese mundo que siempre lo ha maltratado sin buscarlo y/o merecerlo, devolviendo toda esa mierda que le ha llovido sin explicación alguna.
Todos los personajes involucrados simplemente se ven ahí, estaban tan tranquilos con la perra vida sobreviviendo y sufriendo mientras vomitaban todo para seguir definiendo ese color tan característico de la sociedad actual. No contaron que ignorar, maltratar o infravalorar a los débiles y buenos es uno de los mayores errores posibles, pues entre ellos están los pasivos que si no participan no es por miedo, cambiando y revolucionando todo un mundo que recibe justo por pecador.

Walter a lo largo de la serie se venga de todos los que siempre se han pasado de listos, sin conocerlos siquiera, recordándoles que se bajen de su posición, que en realidad siguen siendo don nadies sedados por el ilusionismo que provoca tenerlo todo, aquello que no significa nada frente a lo que de verdad hace grande a una persona. El personaje se pasea por todo ese concepto, demostrando lo que significa de verdad tener talento, ser merecedor del auténtico poder que no había tomado, empequeñeciendo todo ego posible al abrirles los ojos frente a una comprensión que se escapa de la mente aun siendo tan real como lo puede ser un humano.

Ocurre algo lógico, y consecuentemente nuestro "héroe" se cruza con la horma de su zapato, Gustavo, un buen hombre que al igual que él se cansó de que la vida se viera en posesión de la verdad absoluta, con la excepción de que su motivación se inició con la venganza.
Estos dos hombres han sufrido tanto y sin motivo, que al final no sienten nada al llegar al extremo donde otras personas temblarían o retrocederían, todo por sentir de alguna forma la venganza contra el mundo, ese de peculiar sentido del humor que jamás tuvo gracia y es callado con la esperanza provocada por los innumerables efectos mariposa de los hombres buenos.
Es curioso como unos personajes que no serían capaces de matar ni a una mosca (una frase hecha un tanto irónica, los que hayáis visto la serie lo entenderéis) llegan con facilidad al límite y ni siquiera se inmutan, y de una forma tan lógica y natural que hasta asusta. Puede parecer que los guionistas se hayan rebanado los sesos para desarrollar algo como esto, pero os aseguro que no requiere tanto de imaginación, sino más bien informarse de casos reales y conocer gente que se superan a sí mismos.


Es que la serie da una identificación universal, pudiendo ser que en el fondo todos seamos capaces de esto y más. No quiere decir, o darnos la moraleja, de "si quieres puedes", "nada es imposible" o demáses de cumplir los sueños, objetivos y motivos, esto sería un concepto muy simple en comparación a lo elaborado de la serie. Aquí se va más allá, hasta la venganza personal contra el todo, hasta el mismo concepto de nacer, lo único culpable de todo sufrimiento posible.

martes, 21 de mayo de 2013

Un Cuento que fue Real


– ¿Sigues con la música?

– Así es. Ya sabes, hasta el final.

– Hasta el final de los tiempos...

– Ya ves, amante caprichosa. Toma casi todo pensamiento de mi.

– Y cada momento.

– Sí. Pero no notas que sea desperdiciado. Es algo que merece la pena.

– Los músicos sois magos del tiempo, ahí contando cada compás como un conjunto, cada golpe de ritmo como un segundo rápido o incluso lento. No podría con ello.

– ¿Por qué? Es todo acostumbrarse, ya sabes, practicar un poco cada día y...

– No es eso, es por sentir al “tiempo”. Sabes que no puedo con él.

– Cómo te mortificas tú solo, je je.

– Supongo, pero me pesa un poco la edad. Cada vez noto más las fracciones en forma de años y ya no de días. Se pensará que exagero, pero hasta que no se llega aquí no se comprende.

– Ja ja ¡Si aún eres joven! Claro que eres un exagerado.

– Je, sí... el caso que en parte por eso te he citado: para hablarte de mi forma de matar al tiempo.

– Cierto, hablame de eso tan importante. Imagino que con matar el tiempo te refieres a un nuevo hobby ¿no?

– No, no, “matar al tiempo”. Casi literalmente. Y no también a esa suposición, pues si me lo tomara de esa forma también lo mataría.

– Déjate ya de tantas expectaciones, por favor, ja ja.

– La pintura, amigo mío, la pintura. He descubierto otro mundo en los colores del alba y en la complejidad de las plantas de casa, en los movimientos infinitos e invisibles que existen más instantes de los que creemos, e incluso en la búsqueda de la oscuridad absoluta; al igual que tú buscarías por el silencio absoluto.

– ¿Y tanto para eso? Me alegro que hayas encontrado algo que te guste tanto, oye. Que verdad, todo arte es magnifico.

– No, no de nuevo, mi amigo, te equivocas por lógicas acostumbradas. Quiero decir que ese amor abstracto es lo único que me permite librarme del tiempo... pues ya no cuento con él.

– Literalmente je je. Sigues en forma.

– Toma en serio mis palabras, pues son fruto de una experiencia imposible de contar si no la vives lo suficiente. Las mejores cosas jamás se pueden describir con palabras.

– ¿Ya estás con eso de que el lenguaje está sobrevalorado? Vamos a callarnos entonces, así seguimos nuestra charla junto a eso que buscaría y a tu amiguito haciendo notar cada vez más tu presencia... ¡buh! Je je.

– No vayas por ahí, ¡hablo en serio! El arte de pintar y mezclar colores me ha permitido que mi cabeza olvide como se cuenta el tiempo. No lo noto en esos momentos de pinceladas que jamás quiero que acaben...

– Irónicamente.

– ...que me brindan de paz y me quitan un peso muerto. Es hasta mágico, lo digo en serio.

– Y te tomo en serio, hombre. De verdad que me alegro por ti.

– Y ahora viene lo importante de mi historia, en lo que me ha convertido la pintura... en mí mismo. He conseguido lo que antes no pude hacer. Puedo evocar en un instante incontable de primera impresión lo que antes intentaba salir de mí, amontonado y alborotado sin sentido. Es eso mismo, puedo provocar la tan importante primera impresión una y otra vez.

– Sé cómo te sientes, la música logra eso mismo, pero gracias a los oídos en este caso. No hay nada igual que pueda equiparar modificar a las personas por un momento de sus vidas, incluso transportarlos y que se sientan liberados. Siempre es un amor “a primera vista”, sí señor.

– Pero seguro que no has tomado el mismo camino que he decidido. Me conoces bien y sabes que siempre quiero ir un paso más allá, aunque no sepa donde esté. He tropezado tantas veces que se mezclan con los éxitos y casi ni se diferencia. Pero en esta opción... he cometido ambas a la vez.

– ¿Qué quieres decir?

– Bueno, ya sabes que con esto de las redes es fácil mantener un contacto; además de si tienes como yo la afición de no dejar morir al arte de escribir cartas. Quiero centrarme en lo primero, que ha logrado matar la emoción e impaciencia por una respuesta, ahora básico y... eso, rápida. Todo ese proceso de emociones ahora se traduce a un solo instante. Algo tan corto ya no es lo mismo... perdona, ya me ando por las ramas. A donde quiero llegar es que me estoy haciendo pasar por otro.

– ¿En serio? No comprendo como alguien como tú haría eso, ¿qué investigas o experimentas acaso? Como broma está bien, pero creo que sólo funcionaría una vez, ¿no?

– Ojalá fuese cierto... ha sido por la pintura, lo juro. Ella ha sido la que me metió estas ideas impropias para alguien que dejó morir a su niño interior. Es por eso mismo que esto no ha sido un juego en ningún momento.

– ¿Ha habido problemas... muy serios?

– No sé la intensidad, pero sí sé seguro que de aquí ya no podré salir. Por ello seguiré adelante con esta locura; o pura sensatez, la verdad. Verás, decidí poner mis obras a una comunidad de esas de la red, ahí toda llena de desconocidos. Que sorpresa cuando vi que les gustaba, que lo adoraban como si fuese una deidad en pelotas. No te rías, escucha, escuchame por favor. Decidí entonces que semanalmente me haría de notar, de darles un poco más de dosis que ni yo mismo sabía que podía proporcionar. Poco a poco esto ha ido creciendo hasta ser una pelota que se ha escapado de mis manos, y de la que ahora solamente puedo quedarme de pie observando como se aleja y causa un curioso efecto mariposa.

– Es fantástico, ¿por qué preocuparte entonces?

– Por esa doble identidad... no soy yo. La controlo yo, le digo lo que tienes que hacer y decir... pero no soy yo. Al principio no lo veía, pero sin darme cuenta he acabado detrás de un personaje rodeado de otros tantos. Lo mejor es que todos actúan a la perfección, todo es una gran obra bien medida e improvisada...

– Y sin fallo alguno, ¿eh?

– Sí, y está bien... si no puedo quejarme. El problema sucede cuando uno de mis cercanos, de mis amigos de verdad que veo cara a cara, conoció a ese personaje y no me reconoció. Quise seguir el juego y ver hasta donde llevaba aquello... ahí comenzó todo. Se llegó a un punto que me hizo estremecerme, pero no supe bien en que sentido. Mi amigo no me relacionaba a mi con ello, ni con las pinturas, ni con nada. De todas las personas en las que podría estar pensando a la hora de ver mis pinturas, podrían ser todas menos yo. Lo que más noté y noto es su carácter diferente cuando viene a hablar de cualquier obra nueva que aparece. Me alegra... y me entristece.

– Es que tú también... deja de hacer el tonto y dile que eres tú, ¡se sorprenderá más aún con tus pinturas!

– No creo... se sentirá ofendido. Es muy orgulloso... y todo el mundo sabe que el orgullo ciega.

– Todo el mundo menos los propios orgullosos, sí, sí. Creo que exageras.

– No. Definitivamente, no. Hace tiempo que nuestra amistad ya no es lo mismo, se tambalea; o en realidad todo lo contrario, quedó congelada sin calor posible que lo pueda derretir.

– No seas idiota y habla con...

– Hay más, por favor déjame contarte todo. De todas las personas que conozco eres al único que puedo contárselo. Eres alguien al que veo poco y por eso nuestras confianzas aún no han mermado por el roce de la monotonía y el dejarse llevar. Eres bastante de fiar.

– Supongo que gracias.

– No creo que lo agradezcas cuando escuches todo. Pues fue a partir de este primer amigo que decidí ir más allá. Total, de perdidos... en fin, el caso que he llegado a hablar con ese amigo bastantes veces sin que él aún sepa de quien soy en realidad.

– Tienes tela...

– Lo siento, pero es que era ver como hablaba y la forma en que me correspondía las ideas y opiniones que no podía parar, veía ahí de nuevo a mi viejo amigo, a aquel con el que pasé tanto tiempo juntos riendo y hasta llorando. Ya ni lo recordaba, el tiempo nos mató, nos separó en otro sentido que no era el físico. Pero la pintura lo ha hecho, no sólo de la otra forma, si no de este modo también. Sentiría que cometo un error si dejo de actuar y engañar.

– Otra bola está creciendo, ¿no crees? Y esta te va a chafar.

– Esta y hasta dos o tres más, rodando sin parar hasta que se pongan de acuerdo en sincronizarse y me aplasten una tras otra hasta el último hueso de mi esqueleto y de mi alma.

– Joder, ¿hasta con cuantos amigos has hablado “en secreto”?

– Con todos. Lo necesitaba, ¡en serio! Jamás me habría podido conocer mejor de otra forma.

– ¿Eso quiere decir que llegabas al punto de que hablaran de ti?

– Sí... muy agudo. Mira, te resumiré que he descubierto cosas que pensaban de mí que jamás habría imaginado. Me sentí angustiado, la verdad, incluso razoné para parar todo esto, pero...

– Pero algo dentro de ti te pedía más. En parte te comprendo, no creas.

– La forma en que hablaban me hizo empatizar mejor con ellos como hacía tiempo que no lograba. He aprovechado eso para sacar el beneficio de comportarme mejor en persona y mejorar un poco la amistad que nos pueda quedar. O al menos disimularla un poco mejor.

– Con tiritas para una herida de venda... cierto es que te estás pasando, y el único perjudicado eres tú.

– Ahora te pregunto yo, ¿cuál es el problema? Estoy llegando lejos, estoy mejorando como persona ¿no crees? Párate a ver, ¿acaso no estoy motivado para ir pintando sin parar? ¿Acaso no estoy haciendo nuevas amistades y ampliando mi visión del mundo con ellas? ¡Incluso con personas que ya conozco de sobra! Además de que mi angustia y el día a día cada vez son más llevaderos. Piensa bien, no hay ningún perjudicado.

– …

– No mires así, por favor. … ...bueno, quizás sí que he salido herido, terrible y hasta roto en algunos puntos. Voy a confesar hasta donde puede estar el límite: en ella.

– No me digas que...

– Sí, seguro que es lo que piensas. Decidí ir con mi nueva apariencia y sentido para hablar con esa persona por la que tanto sufrí y que todos tenemos. Pude incluso lograr en una de nuestras múltiples conversaciones que se conectara a una webcam para verla de nuevo sonreír... su sonrisa, la había olvidado por culpa de tanto dolor. Sentí que era como volver a comenzar, notaba como se volvía a enamorar de mí hasta el punto donde alcanza el amor que aún siento por ella. Es difícil de explicar, pero en los últimos días de nuestra relación ella parecía más arrugada, cansada, quebrada por tanto roce y discusión. Se convirtió en otra persona por mi culpa... y yo en otro por su culpa. Por ella he roto el límite y he ido donde sólo un hombre que ama de verdad podría llegar, ¿no? Tendrías que leer sus conversaciones, esas miradas tan lejanas pero a la vez tan cercanas... era como haber matado definitivamente al tiempo y tener con ello el control de ir a cualquier momento de la vida, donde resucitaba y se mezclaba con el presente ese pasado que nos elevaba a lo más alto. Creía que era imposible vivir de nuevo algo como eso, pero todo es posible mi amigo, todo...

– Me voy, ¿vale?

– No, por favor... creía que me entenderías... pero por otro lado imaginaba que podrías tener esa reacción... de nuevo me he equivocado y no he querido verlo, ¿verdad?

– Sí. Me voy, ya nos llamamos...


Estas fueron las últimas palabras que le dije. Un año y medio después, decidió terminar con la farsa de la mejor forma posible... suicidándose, dónde un juego de ironías en forma de palabras quedaba en la pared del baño clamando sin expresión “Yo también fui real”.

El golpe fue duro para todos, y más cuando en aquel lugar donde quedarán sus pinturas para siempre anunció como mensaje final quien era en realidad, causando gran conmoción en aquellos cercanos que primero se sintieron traicionados para quedar más tarde muy comprensivos y arrepentidos al ver lo real que parece un ataúd a corta distancia.
De mí quiso saber una última vez a través de una carta que aún conservo, en la cual explica el objetivo de todo esto, asegurando que quería dejar un recuerdo, una forma de dar una lección a todos aquellos con los que se relacionó alguna vez, para poder dar a la memoria algo tan bueno que tapara lo malo. “Lo bueno siempre acaba con todo lo malo. Simplemente hay que saber esperar... esperar, que irónico que diga esto” era la misteriosa frase final que dejó en el aire de aquel papel que acabará siendo amarillo.

En el funeral miré las caras y, sin conocer a la mayoría, supe identificar aquellos a los que había engañado con una nueva amistad... que dio lo mejor de cada uno. La mentira se había convertido y flotaba en el ambiente en forma de afirmaciones y de positivismo por la persona que nos dejaba con tantas preguntas respondidas. Así lo aseguraban los ojos de ella, tan clavados e inundados de sinceridad que convertían la escena en una hermosa y triste pintura final.

lunes, 13 de mayo de 2013

Las dos caras de Davinci; o como derrotar a la mentira



Se dice que Davinci era muy sensible, demasiado, hasta llegar al punto de decir él mismo "Siempre hay sufrimiento, siempre". Puede que ese interior constante es lo que le permitiera su expresión para el arte tan especial y memorable. Aparte de sensibilidad, tenía un cerebro bien esponjoso y desarrollado, lo que le permitiría ir de un campo a otro y traerse ideas para mezclar y combinar donde, en teoría, no debería haber cabida.

Uno de sus rasgos más característicos era su ambidiextrismo, desarrollado por él en su afán de superarse y ver de lo que era capaz un ser humano. Esto le vendría muy bien a la hora de trabajar, pudiendo incluso a veces hacer dos tareas complejas a la vez ¿por qué no? Para Davinci escribir en modo espejo le era relativamente fácil, lo que significa que pensar tanto al derecho como al revés le era algo natural, no siendo inviable que sus dos mitades del cerebro funcionasen muy bien por separado. Esto me hizo pensar automáticamente en La Mona Lisa, conocida "por sus dos lados" por esa sonrisa casi torcida que fascina por lo real que parece aún percatándonos de la "deformidad".

Para comprender mejor, repasemos una rápida teoría sobre nuestras mentes. Es sabido que el lado izquierdo del cerebro se encarga de la lógica, los números, la estructuras, etc... mientras que el derecho es más caótico con su creatividad, emoción o dibujos e imágenes, complementándose con la otra mitad por pura contradicción, en un juego de a veces llevarse mal y que explica porque hay gente que es más emocional o fría o por qué a uno se le da mejor los números que la música, por poner algo de cientos de ejemplos.
El cuerpo está dividido en dos, y cada hemisferio controla la parte inversa, correspondiendo por esa regla de tres la mano izquierda al lado creativo y la derecha al más lógico. Es irónico que se dibuje con la derecha, pero es que normalmente hay una parte dominante y suele ser la del lado izquierdo del cerebro.

Llegamos con esto al punto de que el señor Davinci no tenía parte dominante, si no que las dos mandaban por igual, siendo viable que a la hora de dibujar usara las dos manos a la vez para crear un dibujo en un plan modo espejo, empezando por un punto en común y dejando que cada mano imitara a la vez a su otra para dar las formas. Está claro que esto no se puede aplicar siempre a todo dibujo, o al menos hay que tener un control partido en dos en todo momento, pero si que debería ser bastante sencillo con algo muy común: las caras.
Las caras humanas se pueden dividir en dos gracias a la simetría casi constante en la naturaleza (todo apunta a por como están hechos los cerebros), así que realizar un retrato para un ambidextro que usa sus dos manos a la vez no debería ser difícil. Claro está, es imposible hacerlo idéntico por esa misma razón de que cada hemisferio piensa de una forma, notándose en el resultado final aunque sea levemente.
Volvamos a La Mona Lisa, ¿no es quizás que Leonardo hizo esta pintura del modo explicado? Si tapamos uno de los lados del cuadro vemos que es un mundo diferente respecto al otro lado hasta en el paisaje. Cada mano fue libre o imitándose la una a la otra en inversa, resultando el experimento en dicho paisaje o esa sonrisa tan natural pero imposible; pero no imposible de que exista, si no porque ambos hemisferios chocan al encontrar sus dos mundos fusionados en uno, tan diferentes ellos pero que convergen en más de una ocasión.
Esto se puede definir más fácilmente si probamos a completar la mitad de un dibujo simétrico, viendo que es casi imposible hacerlo idéntico. Era normal que quedase así el famoso lienzo el día que le dio por usar todo su cerebro a la vez.

Por ello me salen dudas: ¿Nos desarrolla más, en general, aprender a ser ambidiestros? ¿A la hora de dibujar deberíamos entrenar más con la mano no dominante? Todo es probar para saber.



Por otro lado, esta cavilación me llevó a otra conclusión muy distinta que sólo tiene en común al personaje que tratamos. Bueno, y en parte a su sensibilidad extrema de la que siempre sufría: el enfrentamiento a la mentira.

La mentira es algo constante hasta en las cosas más bellas. Un cuadro perfecto en colores y armonía es después de todo una mentira, es algo ficticio plasmado en unas formas. El arte nos libera a las personas y nos ayuda a mejorar... pero sigue siendo mentira, algo creado por nuestra mente para expresarse y que por mucho que hagamos no existe; pudiendo llegar al punto común y frecuente de olvidar este detalle y creernos lo que vemos.
La mentira es tan habitual en nuestra sociedad que ya la asimilamos con naturalidad escalofriante, sabiendo de sobra cuando le pasa algo a una persona y esta miente constantemente con su cara. Pero este caso no debería ser tan malo, malo es cuando se nota que hay cierto sentimiento negativo y se oculta, sobretodo cuando va para otras personas. Sabemos más de una vez de esas emociones malignas, pero estamos tan acostumbrados a esas caras falsas, a esas máscaras auto-diseñadas, que ya ni le damos importancia; ni siquiera a la nuestras. Hasta en lo más simple solemos mentir, y todo por sentirnos a gusto o auto-convencernos de un punto de vista que defina nuestra vida.

Davinci odiaría esas caras, estaría harto de la hipocresía siempre reinante entre seres humanos, en ver como se destapaban los intereses de las personas para producir un mal evitable que sólo causa problemas, algo bastante común si tuvo que relacionarse con la nobleza. Pero Leonardo era especial, así que la mayoría de gente le mentiría en el sentido de admiración, de estar siempre maravillado con él, habiendo siempre esos pocos que ocultan permanentemente su envidia y su oportunismo de sacar beneficio, fuera el que fuera.

Fue que lo descubrió o intuyó, el modo de matar a la mentira y ver la verdadera cara de las personas, dar un sentimiento que los destapara a todos y sin excepción: el arte. Con ello era capaz de maravillar a las personas y de que se olvidaran incluso de su conducta aunque fuese por un momento, no volviendo algunos a ser los mismos después de la experiencia aprendida. Pudo realizar esta proeza con el sencillo sistema de usar el fuego contra fuego, siendo en este caso la propia mentira. Si tenía que derrotar a la mentira, usaría la mentira que supone el arte, donde seguro el maestro llenaría su interior, y notaría que había merecido la pena, al ver como esas personas sin escrúpulos abrían los ojos de par en par maravillados por lo que presenciaban, mostrando su verdadera cara libre de toda mentira posible; como si la mentira creada les hubiese absorbido la suya por unos instantes.


Esto es uno de los puntos que hace tan especial el poder crear y expresar, siendo una pena que cuando colgamos nuestras obras por Internet no podamos ver las caras de los presentes y poder evaluar así la verdadera reacción y esencia de ellos, de las personas. Poder disfrutar por un momento del olvido de la mentira al dejarnos de juegos impuestos por sociedad y ser (y seguir siendo) humanos que disfrutan, o envidian, el arte mutuo.

Davinci, tantos años después y aún da que pensar y reflexionar. Aunque sea mentira lo que se deduzca de él, no se puede negar que sigue enseñando y mejorándonos con su mero recuerdo.

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