– Así es.
Ya sabes, hasta el final.
– Hasta el
final de los tiempos...
– Ya ves,
amante caprichosa. Toma casi todo pensamiento de mi.
– Y cada
momento.
– Sí.
Pero no notas que sea desperdiciado. Es algo que merece la pena.
– Los
músicos sois magos del tiempo, ahí contando cada compás como un
conjunto, cada golpe de ritmo como un segundo rápido o incluso
lento. No podría con ello.
– ¿Por
qué? Es todo acostumbrarse, ya sabes, practicar un poco cada día
y...
– No es
eso, es por sentir al “tiempo”. Sabes que no puedo con él.
– Cómo te
mortificas tú solo, je je.
– Supongo,
pero me pesa un poco la edad. Cada vez noto más las fracciones en
forma de años y ya no de días. Se pensará que exagero, pero hasta
que no se llega aquí no se comprende.
– Ja ja
¡Si aún eres joven! Claro que eres un exagerado.
– Je,
sí... el caso que en parte por eso te he citado: para hablarte de mi
forma de matar al tiempo.
– Cierto,
hablame de eso tan importante. Imagino que con matar el tiempo te
refieres a un nuevo hobby ¿no?
– No, no,
“matar al tiempo”. Casi literalmente. Y no también a esa
suposición, pues si me lo tomara de esa forma también lo mataría.
– Déjate
ya de tantas expectaciones, por favor, ja ja.
– La
pintura, amigo mío, la pintura. He descubierto otro mundo en los
colores del alba y en la complejidad de las plantas de casa, en los
movimientos infinitos e invisibles que existen más instantes de los
que creemos, e incluso en la búsqueda de la oscuridad absoluta; al
igual que tú buscarías por el silencio absoluto.
– ¿Y
tanto para eso? Me alegro que hayas encontrado algo que te guste
tanto, oye. Que verdad, todo arte es magnifico.
– No, no
de nuevo, mi amigo, te equivocas por lógicas acostumbradas. Quiero
decir que ese amor abstracto es lo único que me permite librarme del
tiempo... pues ya no cuento con él.
–
Literalmente je je. Sigues en forma.
– Toma en
serio mis palabras, pues son fruto de una experiencia imposible de
contar si no la vives lo suficiente. Las mejores cosas jamás se
pueden describir con palabras.
– ¿Ya
estás con eso de que el lenguaje está sobrevalorado? Vamos a
callarnos entonces, así seguimos nuestra charla junto a eso que
buscaría y a tu amiguito haciendo notar cada vez más tu
presencia... ¡buh! Je je.
– No vayas
por ahí, ¡hablo en serio! El arte de pintar y mezclar colores me ha
permitido que mi cabeza olvide como se cuenta el tiempo. No lo noto
en esos momentos de pinceladas que jamás quiero que acaben...
–
Irónicamente.
– ...que
me brindan de paz y me quitan un peso muerto. Es hasta mágico, lo
digo en serio.
– Y te
tomo en serio, hombre. De verdad que me alegro por ti.
– Y ahora
viene lo importante de mi historia, en lo que me ha convertido la
pintura... en mí mismo. He conseguido lo que antes no pude hacer.
Puedo evocar en un instante incontable de primera impresión lo que
antes intentaba salir de mí, amontonado y alborotado sin sentido. Es
eso mismo, puedo provocar la tan importante primera impresión una y
otra vez.
– Sé cómo
te sientes, la música logra eso mismo, pero gracias a los oídos en
este caso. No hay nada igual que pueda equiparar modificar a las
personas por un momento de sus vidas, incluso transportarlos y que se
sientan liberados. Siempre es un amor “a primera vista”, sí
señor.
– Pero
seguro que no has tomado el mismo camino que he decidido. Me conoces
bien y sabes que siempre quiero ir un paso más allá, aunque no sepa
donde esté. He tropezado tantas veces que se mezclan con los éxitos
y casi ni se diferencia. Pero en esta opción... he cometido ambas a
la vez.
– ¿Qué
quieres decir?
– Bueno,
ya sabes que con esto de las redes es fácil mantener un contacto;
además de si tienes como yo la afición de no dejar morir al arte de
escribir cartas. Quiero centrarme en lo primero, que ha logrado matar
la emoción e impaciencia por una respuesta, ahora básico y... eso,
rápida. Todo ese proceso de emociones ahora se traduce a un solo
instante. Algo tan corto ya no es lo mismo... perdona, ya me ando por
las ramas. A donde quiero llegar es que me estoy haciendo pasar por
otro.
– ¿En
serio? No comprendo como alguien como tú haría eso, ¿qué
investigas o experimentas acaso? Como broma está bien, pero creo que
sólo funcionaría una vez, ¿no?
– Ojalá
fuese cierto... ha sido por la pintura, lo juro. Ella ha sido la que
me metió estas ideas impropias para alguien que dejó morir a su
niño interior. Es por eso mismo que esto no ha sido un juego en
ningún momento.
– ¿Ha
habido problemas... muy serios?
– No sé
la intensidad, pero sí sé seguro que de aquí ya no podré salir.
Por ello seguiré adelante con esta locura; o pura sensatez, la
verdad. Verás, decidí poner mis obras a una comunidad de esas de la
red, ahí toda llena de desconocidos. Que sorpresa cuando vi que les
gustaba, que lo adoraban como si fuese una deidad en pelotas. No te
rías, escucha, escuchame por favor. Decidí entonces que
semanalmente me haría de notar, de darles un poco más de dosis que
ni yo mismo sabía que podía proporcionar. Poco a poco esto ha ido
creciendo hasta ser una pelota que se ha escapado de mis manos, y de
la que ahora solamente puedo quedarme de pie observando como se aleja
y causa un curioso efecto mariposa.
– Es
fantástico, ¿por qué preocuparte entonces?
– Por esa
doble identidad... no soy yo. La controlo yo, le digo lo que tienes
que hacer y decir... pero no soy yo. Al principio no lo veía, pero
sin darme cuenta he acabado detrás de un personaje rodeado de otros
tantos. Lo mejor es que todos actúan a la perfección, todo es una
gran obra bien medida e improvisada...
– Y sin
fallo alguno, ¿eh?
– Sí, y
está bien... si no puedo quejarme. El problema sucede cuando uno de
mis cercanos, de mis amigos de verdad que veo cara a cara, conoció a
ese personaje y no me reconoció. Quise seguir el juego y ver hasta
donde llevaba aquello... ahí comenzó todo. Se llegó a un punto que
me hizo estremecerme, pero no supe bien en que sentido. Mi amigo no
me relacionaba a mi con ello, ni con las pinturas, ni con nada. De
todas las personas en las que podría estar pensando a la hora de ver
mis pinturas, podrían ser todas menos yo. Lo que más noté y noto
es su carácter diferente cuando viene a hablar de cualquier obra
nueva que aparece. Me alegra... y me entristece.
– Es que
tú también... deja de hacer el tonto y dile que eres tú, ¡se
sorprenderá más aún con tus pinturas!
– No
creo... se sentirá ofendido. Es muy orgulloso... y todo el mundo
sabe que el orgullo ciega.
– Todo el
mundo menos los propios orgullosos, sí, sí. Creo que exageras.
– No.
Definitivamente, no. Hace tiempo que nuestra amistad ya no es lo
mismo, se tambalea; o en realidad todo lo contrario, quedó congelada
sin calor posible que lo pueda derretir.
– No seas
idiota y habla con...
– Hay más,
por favor déjame contarte todo. De todas las personas que conozco
eres al único que puedo contárselo. Eres alguien al que veo poco y
por eso nuestras confianzas aún no han mermado por el roce de la
monotonía y el dejarse llevar. Eres bastante de fiar.
– Supongo
que gracias.
– No creo
que lo agradezcas cuando escuches todo. Pues fue a partir de este
primer amigo que decidí ir más allá. Total, de perdidos... en fin,
el caso que he llegado a hablar con ese amigo bastantes veces sin que
él aún sepa de quien soy en realidad.
– Tienes
tela...
– Lo
siento, pero es que era ver como hablaba y la forma en que me
correspondía las ideas y opiniones que no podía parar, veía ahí
de nuevo a mi viejo amigo, a aquel con el que pasé tanto tiempo
juntos riendo y hasta llorando. Ya ni lo recordaba, el tiempo nos
mató, nos separó en otro sentido que no era el físico. Pero la
pintura lo ha hecho, no sólo de la otra forma, si no de este modo
también. Sentiría que cometo un error si dejo de actuar y engañar.
– Otra
bola está creciendo, ¿no crees? Y esta te va a chafar.
– Esta y
hasta dos o tres más, rodando sin parar hasta que se pongan de
acuerdo en sincronizarse y me aplasten una tras otra hasta el último
hueso de mi esqueleto y de mi alma.
– Joder,
¿hasta con cuantos amigos has hablado “en secreto”?
– Con
todos. Lo necesitaba, ¡en serio! Jamás me habría podido conocer
mejor de otra forma.
– ¿Eso
quiere decir que llegabas al punto de que hablaran de ti?
– Sí...
muy agudo. Mira, te resumiré que he descubierto cosas que pensaban
de mí que jamás habría imaginado. Me sentí angustiado, la verdad,
incluso razoné para parar todo esto, pero...
– Pero
algo dentro de ti te pedía más. En parte te comprendo, no creas.
– La forma
en que hablaban me hizo empatizar mejor con ellos como hacía tiempo
que no lograba. He aprovechado eso para sacar el beneficio de
comportarme mejor en persona y mejorar un poco la amistad que nos
pueda quedar. O al menos disimularla un poco mejor.
– Con
tiritas para una herida de venda... cierto es que te estás pasando,
y el único perjudicado eres tú.
– Ahora te
pregunto yo, ¿cuál es el problema? Estoy llegando lejos, estoy
mejorando como persona ¿no crees? Párate a ver, ¿acaso no estoy
motivado para ir pintando sin parar? ¿Acaso no estoy haciendo nuevas
amistades y ampliando mi visión del mundo con ellas? ¡Incluso con
personas que ya conozco de sobra! Además de que mi angustia y el día
a día cada vez son más llevaderos. Piensa bien, no hay ningún
perjudicado.
– …
– No mires
así, por favor. … ...bueno, quizás sí que he salido herido,
terrible y hasta roto en algunos puntos. Voy a confesar hasta donde
puede estar el límite: en ella.
– No me
digas que...
– Sí,
seguro que es lo que piensas. Decidí ir con mi nueva apariencia y
sentido para hablar con esa persona por la que tanto sufrí y que
todos tenemos. Pude incluso lograr en una de nuestras múltiples
conversaciones que se conectara a una webcam para verla de nuevo
sonreír... su sonrisa, la había olvidado por culpa de tanto dolor.
Sentí que era como volver a comenzar, notaba como se volvía a
enamorar de mí hasta el punto donde alcanza el amor que aún siento
por ella. Es difícil de explicar, pero en los últimos días de
nuestra relación ella parecía más arrugada, cansada, quebrada por
tanto roce y discusión. Se convirtió en otra persona por mi
culpa... y yo en otro por su culpa. Por ella he roto el límite y he
ido donde sólo un hombre que ama de verdad podría llegar, ¿no?
Tendrías que leer sus conversaciones, esas miradas tan lejanas pero
a la vez tan cercanas... era como haber matado definitivamente al
tiempo y tener con ello el control de ir a cualquier momento de la
vida, donde resucitaba y se mezclaba con el presente ese pasado que
nos elevaba a lo más alto. Creía que era imposible vivir de nuevo
algo como eso, pero todo es posible mi amigo, todo...
– Me voy,
¿vale?
– No, por
favor... creía que me entenderías... pero por otro lado imaginaba
que podrías tener esa reacción... de nuevo me he equivocado y no he
querido verlo, ¿verdad?
– Sí. Me
voy, ya nos llamamos...
Estas
fueron las últimas palabras que le dije. Un año y medio después,
decidió terminar con la farsa de la mejor forma posible...
suicidándose, dónde un juego de ironías en forma de palabras
quedaba en la pared del baño clamando sin expresión “Yo también
fui real”.
El golpe
fue duro para todos, y más cuando en aquel lugar donde quedarán sus
pinturas para siempre anunció como mensaje final quien era en
realidad, causando gran conmoción en aquellos cercanos que primero
se sintieron traicionados para quedar más tarde muy comprensivos y
arrepentidos al ver lo real que parece un ataúd a corta distancia.
De mí
quiso saber una última vez a través de una carta que aún conservo,
en la cual explica el objetivo de todo esto, asegurando que quería
dejar un recuerdo, una forma de dar una lección a todos aquellos con
los que se relacionó alguna vez, para poder dar a la memoria algo
tan bueno que tapara lo malo. “Lo bueno siempre acaba con todo lo
malo. Simplemente hay que saber esperar... esperar, que irónico que
diga esto” era la misteriosa frase final que dejó en el aire de
aquel papel que acabará siendo amarillo.
En el
funeral miré las caras y, sin conocer a la mayoría, supe
identificar aquellos a los que había engañado con una nueva
amistad... que dio lo mejor de cada uno. La mentira se había
convertido y flotaba en el ambiente en forma de afirmaciones y de
positivismo por la persona que nos dejaba con tantas preguntas
respondidas. Así lo aseguraban los ojos de ella, tan clavados e
inundados de sinceridad que convertían la escena en una hermosa y
triste pintura final.